Ollantaytambo

En el valle sagrado de los incas, por donde corre el rio Vilcanota y a
70 kilómetros al noreste de la ciudad del Cusco, los Incas plasmaron su
trascendencia imperial en uno de los más fabulosos complejos
arquitectónicos: Ollantaytambo.
Su ubicación entre la capital Inca y
la ceja de selva, “un nudo particularmente útil en la red de
recorridos”, le proporciono una posición estratégica militar, así como
para la administración estatal y el control del intercambio de bienes.
Precisamente esa función le asigno el Inca Wiracocha al fundar allí un
tambo, Ollantay, que era un lugar de paso, de residencia transitoria.
Fue
Pachacutec, primer soberano de la dinastía Hanan, quien modifico el
destino de Ollantaytambo y de la historia del antiguo Perú. Mando
incendiar el tambo como símbolo del fin de la dinastía Hurin, a la que
pertenecía Wiracocha Inca, y lo reconstruyo a la dimensión de su
proyección imperial.
Ollantaytambo es el eje entre MacchuPicchu y
Cusco. Es el centro más estratégico del valle y fue considerada la
segunda ciudad más importante después del Cusco. También fue el centro
de intercambio de productos como la hoja de coca y el maíz, en un
sistema de trueque entre los pueblos cercanos al borde de la selva y con
los de la sierra. Este lugar cuenta con 600 hectáreas de sitios
arqueológicos que los incas construyeron a lo largo de sus valles. Así,
al visitar uno de estos lugares se podían ver terrazas, templos,
graneros y acueductos que bajaban de lagunas o riachuelos con el
propósito final de regar las terrazas en forma de pirámides, a lo largo
de las laderas de las montañas.
En este enorme complejo, los Incas
reiteran su genio en el uso de “la tecnología lítica a escala
arquitectónica”. Está compuesto por varios sitios ceremoniales como el
templo al Agua, el baño de la Ñusta y el templo del Sol con sus
descomunales monolitos, entre otros. Además, edificaciones dedicadas a
la observación astronómica, funciones administrativas, zonas urbanas,
ganaderas y agrícolas.